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Tradición y modernidad artesanal: 1885 - 2012

historia_5.jpgSegunda generación

En aquella época los hijos de Francesc Lacasa, Gerard y Enric, ya hacía años que trabajaban con él.

En el año 1.923 Gerard, mi padre, se casó con Maria Garcia Majoral, y mi madre igual que la abuela fue otro puntal importantísimo en el negocio familiar.

Yo nací el año siguiente. Pasaron unos años tranquilos, hasta que estalló la guerra civil. Con mucha precariedad continuaron hasta el febrero de 1.938 cuando un bombardeo lo destruyó todo, ocasionando la muerte de mi único hermano, un niño de once años, y dos hermanas de mi abuelo. Tras la tragedia, completamente desmoralizados y con falta de recursos económicos, todos creían que no podrían volver a levantar el negocio. Pero una vez acabada la guerra, en agosto del 1.939, los supervivientes de la antigua actividad, con muchos sacrificios y con tenacidad, abrieron un modesto establecimiento en la calle Muralla nº. 1, esquina con la calle Barceloneta. Entonces yo tenía quince años y valoré mucho lo que mi padre tuvo que luchar para poder seguir adelante. Hacía falta construir un horno denominado de escopeta, moderno en aquellos tiempos, e incorporar alguna máquina. Se dejaron las típicas balanzas de pesos para poner en su lugar una balanza automática. Todo eran novedades, pero el problema, es que todo costaba dinero y esto era lo que carecía, pero por el contrario, había su gran tenacidad de seguir adelante, y con ahorros y voluntad lo consiguió.

Mi padre Gerard Lacasa, adoraba mucho su profesión, buen operario, ordenado meticuloso, fue un hombre instruido, un gran lector, amante del progreso y de todas las innovaciones. Siempre había soñado tener una gran industria y en los últimos tiempos de su vida fue feliz, al ver que su biznieto, que ya tenía veinte años, continuaba en la empresa, con todo el entusiasmo de un joven. Entonces había cuatro generaciones integradas en la industria.

Mi padre tuvo una larga vida, vivió 94 años y casi no dejó nunca de hacer algo. Era ya un octogenario adelantado, cuando todavía preparaba buñuelos, cuando tenían algún pequeño encargo de este producto. A mí me sorprendía, como hacía la proporción de la fórmula, según la cantidad pedida por el cliente, sin equivocarse nunca.

En el año 1.985, centenario de la fundación del negocio, la "Cambra de Comerç i Indústria de Girona", nos galardonó, como casa centenaria. Mi padre, con más de ochenta y siete años, pudo recoger el premio personalmente, radiante de alegría; fue la recompensa a tantos años de trabajo.


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