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Tradición y modernidad artesanal: 1885 - 2012

historia_4.jpgPrimera generación

Desde mi niñez, había oido explicar el cambio de oficio de mi abuelo, pero nunca le había dado la importancia que después, de mayor, he reconocido, pues en realidad estuvo poco tiempo, trabajando bajo la enseñanza de su cuñado, como maestro pastelero. Creo que era un hombre de más de treinta años, cuando se integró en el nuevo oficio, y lo aprendió a fondo, con toda perfección y con la diversidad de productos que elaboraban, es para admirar. Actualmente, se siguen haciendo casi todas las especialidades de aquella época, traspasadas cuidadosamente de generación en generación: un gran surtido de pastas secas, borregos, "secalls", "torradetes", "melindros", modernistas, "carquinyolis", "rosquilles", "ametllats", cocos, cubanos, "panellets" en la Semana de Todos los Santos, barquillos y gran variedad de turrones, "tortells" entorchados y de "massapà" en las fiestas navideñas, "flaones" y "coques de greixons" en sus fiestas, buñuelos durante la cuaresma...

En otoño se hacía la crema de membrillos, que se vendía durante todo el año y se confitaban toda clase de frutas, que necesitaban para diferentes especialidades. Todo esto se amasaba y se elaboraba a mano. Con sólo la ayuda de una máquina, con una rueda enorme y una manivela para hacerla girar, necesitaban una gran fuerza física. Yo todavía recuerdo esa máquina, era para triturar los frutos secos.
El recuerdo que yo tengo de mi abuelo es el de un hombre metódico, ordenado, poco comunicativo, autoritario, contrario a las modernidades, como por ejemplo, ir introduciendo maquinaria para ahorrarse esfuerzo humano. La primera máquina de amasar que compraron los hijos, cuando ellos ya regentaban el negocio, al principio, ni siquiera la quería ver funcionar. Después se quedaba embobado. A pesar de todo, él fue el gran pilar, en el que se basa nuestra industria actual.

Mi abuelo Francesc, junto con su esposa Teresa Solanes y más tarde, con los dos hijos que entonces, eran muy jóvenes, siguieron adelante, superando seguramente muchas dificultades.

Mi abuela Teresa fue una gran mujer, humilde, trabajadora, sociable y abierta, con una gran relación con los clientes. Hasta el último momento de su vida, murió a los 88 años, ayudaba con un trabajo muy especial. En aquella época, toda la fruta seca, almendras, piñones y avellanas que necesitaban para la elaboración, eran cascadas a mano, de una en una: se rompían sobre un pie de hierro y con un martillo, se picaba la fruta que se aguantaba con dos dedos y el grano tenía que quedar entero. Después se separaba de la cáscara, se hacía sobre una gorda criba y se entresacaba cuidadosamente. Era muy laborioso, ella era una experta. Actualmente todavía hay personas que la recuerdan haciendo este trabajo delicado.

Volviendo al orden cronológico de los hechos, en 1.921 trasladaron la tienda y el obrador, al nº. 18 de la misma calle Barceloneta, con muchas mejores condiciones de local, pero con mucha sencillez. La instalación contaba con un horno de leña, ubicado en la misma tienda, así los compradores podían ver como la pala del panadero, se movía con destreza, entrando y sacando las pastas del horno, para su cocción y disfrutando al mismo tiempo, de un aroma delicioso que inundaba todo el establecimiento. Era como un pequeño espectáculo y de aquí ha perdurado a través de los años, el nombre de "Forn La Barceloneta", que la clientela le dio y que nosotros hemos mantenido.




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